
Los dientes están constituidos por una corona y una o varias raíces. Cuando éstos erupcionan, no están totalmente formados, ya que aún debe madurar el esmalte de la corona y además debe terminar de formarse la raíz del diente. Este proceso suele durar entre 2 y 3 años desde que los dientes están presentes en boca y es la base de este tema: La patología pulpar en dientes permanentes inmaduros y la revascularización como nueva técnica de tratamiento.
El proceso de maduración radicular puede verse interrumpido por una necrosis pulpar que puede deberse o bien a grandes caries que invaden el nervio o bien a grandes traumatismos que lesionan la pulpa (el nervio) de forma directa o indirecta. Esta interrupción en la maduración radicular conlleva a un defecto en la formación de las mismas y que éstas queden más cortas, con paredes más delgadas y con el ápice abierto, lo que conlleva a un fracaso del diente por la mayor susceptibilidad a fracturarse y a los problemas periodontales debido a la inadecuada proporción corono radicular con la que queda.
Hasta hace pocos años, la única forma de abordar este tipo de afectación era mediante la realización de una apicoformación con hidróxido de calcio o la formación de tope apical con MTA. Buscando con ambos procesos la formación de un tope para posteriormente poder obturarlo con la gutapercha. Esta forma de actuar se ha utilizado y se sigue utilizando, consiguiendo buenos porcentajes de éxito. El problema es que con ellas no se consigue la maduración del diente y por tanto las complicaciones son frecuentes.
Por ello surge un nuevo tipo de tratamiento, la revascularización. Con este tratamiento se busca devolver la vitalidad a un diente necrótico inmaduro para que así termine de realizar su maduración de forma fisiológica. En el próximo artículo abordaremos más a fondo el tratamiento de revascularización y responderemos a sus preguntas más frecuentes.